
Además, entre sus considerandos determina que "es función del Estado solucionar el problema de la proliferación de perros domésticos que conlleva a situaciones de riesgo para la población por mordeduras y contagio de enfermedades zoonóticas”
La ordenanza de trece páginas también se refiere a los perros que "impiden la libre circulación", a los que por buscar alimentos en las calles "provocan roturas de bolsas de residuos generando contaminación ambiental" y sostiene como una necesidad "regular la tenencia de perros potencialmente peligroso" como método preventivo.
Respecto al abandono de perros, consecuencia que esta norma podría acrecentar, dice: "Alimenta la conformación de jaurías de cimarrones o asilvestrados" que atacan al "ganado" generando "perjuicio económico”.
Lo que más asusta de este texto es la implementación de chips, la distinción entre perro callejero, cimarrón, domésticos, vagabundo y abandonado; y un extraño concepto que trataría como sinónimos al sacrificio y la eutanasia.
"La ordenanza empieza hablando de la tenencia responsable y hace una fundamentación que más bien es una especie de demonización de los animales, tomados como fuente de todos los peligros y enfermedades. En ningún lugar habla de la ausencia del Estado", sentenció Graciela Fayt, abogada animalista.
En ese tono señaló: "(Esta ordenanza) culpabiliza a la gente deslindando toda responsabilidad del Estado. Cuando dice que 'el abandono de perros alimenta la conformación de jaurías cimarrones o asilvestrados…' debería decir que la falta de control de la sobrepoblación es lo que ha creado las jaurías y el descontrol en la reproducción, pero sin embargo se habla del abandono de los animales culpando a la gente”, apuntó.
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