El líder que Tabasco
necesita
Uno de los postulados de la
democracia es que cualquier ciudadano se puede anotar como aspirante de un
cargo de elección popular y, entre los que se registren, a través de los
partidos políticos, la ciudadanía tiene que elegir a quien se aproxima más a lo
que el cargo requiere. Por lo tanto, tanto aspirante como electores tienen que
hacer una reflexión ética de las cualidades que debe caracterizar a la persona
y los requisitos que exige el cargo en disputa. Ante los muchos aspirantes a
gobernar Tabasco, vale la pena esbozar el retrato hablado de quien acaricie ese
sublime anhelo y suprema responsabilidad. Se trata de un ideal y evidentemente
nadie cumple con todas las exigencias. Tendríamos que partir de quien se acerca
más. En otras palabras es el viejo choque entre lo que se quiere y lo que
existe.
¿Cuál sería entonces el hombre o mujer que Tabasco necesita?
Se requiere de una persona con
autoridad moral, con antecedentes que le confieran credibilidad y cuyo mensaje
transmita confianza. Se necesita también alguien profundamente conciliador, que
sepa armonizar, lavar heridas y curarlas; que establezca un diálogo con todas
las corrientes políticas y que en su ánimo no haya resentimientos ni afanes de
venganza. Que conozca el Estado y sepa de sus problemas, que conozcan bien a
los tabasqueños en cuyas manos están las soluciones. Evidentemente, pasión de
servicio y profunda actitud autocrítica. Ha habido demasiado regodeo en el
halago sin sustento, práctica que obnubila la mirada del hombre en el poder.
Habría que sumar otras
características: conocimiento, disponibilidad, sencillez para atender, paciencia
para escuchar, honestidad en el manejo de lo ajeno. Con cuánto orgullo se
podría presumir hace años de organizaciones de productores que eran ejemplo en
todo el país que han fracasado en tiempos recientes. Los gobiernos estatales
han manejado recursos cuantiosos derivados de las participaciones petroleras. Lamentablemente
su destino no ha sido el más adecuado para impulsar el desarrollo. También se
ha caído en un “empleomanía” brutal, con el único propósito de incorporar
partidarios en la nómina. Esta práctica se ha manifestado en todos los órdenes
de gobierno, propiciando estructuras administrativas obesas e ineficaces.
No existe una solución global
para Tabasco. Quien así lo afirme incurre en un discurso falso y demagogo. Existen
soluciones locales, diseñadas para zonas y problemáticas específicas del
territorio estatal. Instrumentarlas con inteligencia y prudencia sí puede
conducir al desarrollo sustentable.
El líder que emerja el próximo
año tendrá que concitar el apoyo ciudadano de forma racional y honesta. Esto
significa una labor de convencimiento con su actitud, con sus cualidades y con
su palabra, rompiendo una inercia de políticas clientelares, de mercadotecnia
electoral y de compras de conciencia.
No hay que complicar la política,
ya de por sí, con ficciones y demagogia. Se necesitan ejercicio de realismo y
pragmatismo, sin olvidar los principios fundamentales. No se requiere un
ejercicio de imaginación sino de memoria. No se trata de estimular la
creatividad, sino de responder a demandas reales. No hay necesidad de la gran
parafernalia de foros y consultas, como si a estas alturas no hubiera ya
diagnósticos. No se trata de escudriñar sobre el rumbo de Tabasco, sino de una
tarea más sencilla: que tabasqueñas y tabasqueños asuman su deber. Sonara
utópico o idealista, pero no hay atajos y la tarea, precisamente por complicada,
demanda un esfuerzo extraordinario. Es hora de sacudir la pereza moral de las
últimas décadas.
Una asignatura pendiente es la
relación entre el poder público y los medios de comunicación. Es preciso
sanearla en el afán de que todos le sirvan a la verdad, a la crítica
constructiva y a la formación de una cultura democrática con el ciudadano como
principal protagonista. Hoy en día los gobiernos pueden ser calificados utilizando
criterios muy objetivos y con resultados que son fiel reflejo de un buen o mal
desempeño: rendición de cuentas, buen uso de los recursos, corrupción, política
social eficaz y que respete la dignidad de la persona, deuda pública, finanzas
públicas sanas, niveles aceptables de seguridad, gobernabilidad sólida, buena
representación de los poderes públicos, buen nivel de legitimidad, que no es otra
cosa que consenso y convencimiento de que se tiene un buen gobierno.
Se debe recuperar la autoestima
del tabasqueño. Se debe regresar a algo que fue timbre de orgullo en el pasado:
la gran solidaridad de la familia tabasqueña. Es indudable que el hombre
público, el político está sujeto una presión permanentemente en el que se cala
su calidad humana y su sensibilidad política. A esa prueba debe responder con
gran sentido de responsabilidad quien pretenda dirigir los destinos de Tabasco.
La Historia de Tabasco en mucho
explica por una confrontación de ambiciones individuales, de figuras relevantes
queriendo imponer su hegemonía sin percibir las consecuencias negativas para la
entidad en su conjunto. El discurso está en crisis porque la política está en
crisis. Está rota la comunicación entre gobernante y gobernado. Hay que emplear
un discurso convincente, auténtico verosímil, verificable, que inspire y que
sea y sea puente de entendimiento.
La responsabilidad obliga a ofrecer
respuestas a la gran problemática tabasqueña y que estas respuestas sean
adecuadas y aplicables. Hay una gran penumbra en el ambiente tabasqueño, hacen
falta voces señeras que ilustren y orienten. Ojalá y lo que viene sea algo más
que una contienda electoral y se convierta en el escenario de donde emane una
nueva forma de hacer política y una renovada esperanza para el pueblo de
Tabasco.
¡Que los tabasqueños opinen!
Sociedad civil tabasqueña
Publicado en Diario Presente 29 de agosto 2011
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