Tanja vive en los Países Bajos y sufre de hidradenitis supurativa desde hace treinta años, una enfermedad crónica de la piel en la que las raíces capilares se inflaman y causan mucho dolor en zonas íntimas como las axilas y el pecho. En agosto de 2019, la paciente tomó una decisión radical. Dejó de tomar los antibióticos, que cada vez surgían menos efecto, y viajó a Georgia por dos semanas para recibir un tratamiento con bacteriófagos.
Aunque esta terapia no está aprobada en los países de Europa Occidental, Tanja pagó 3,900 euros de su propio bolsillo con la esperanza de aliviar su dolencia. Los bacteriófagos, también llamados fagos, son virus que luchan contra la proliferación de sus bacterias huéspedes fagocitándolas. La terapia con bactetriófagos consiste en la administración oral de un tipo de fago que se adhiere a sus contrapartes bacterianas en el cuerpo del paciente para sobrevivir.
Con el tratamiento se invierte la polaridad de la célula bacteriana, lo que permite que los fagos se multipliquen en tal cantidad que la célula termina estallando. Luego, los fagos liberados se adhieren a otras bacterias, hasta que todas son destruidas.
“Sabe a champiñones”, comenta Tanja a la agencia de noticias Deutsche Welle mientras toma su dosis matutina de fagos. “Cuando fui a Georgia estaba muy nerviosa, pero sobre todo decepcionada por el tratamiento en Países Bajos”, dice.
Después de que los antibióticos dejaron de funcionar, su médico le sugirió que tomara biofármacos, que son medicamentos genéticamente modificados. Sin embargo, ella quería algo diferente. Después de ver un programa de televisión sobre bacteriófagos, decidió buscar un tratamiento.
Tanja dio con el Instituto Georgi-Eliava, en Georgia, el cual investiga el uso de bacteriófagos desde 1923, pocos años después de que fueran descubiertos. Georgia es el centro mundial de la fagoterapia.
Durante la Guerra Fría no se disponía de antibióticos en la Unión Soviética. Las enfermedades infecciosas se trataban con fagos. Hoy en día, el Instituto Eliava ofrece las mayor cantidad terapias con bacteriófagos del mundo.
Después de un tratamiento de dos semanas, la paciente regresó a los Países Bajos con una maleta llena de latas de fagos. Cada día toma dos fagos diferentes y se aplica una crema.
Ahora tiene más energía y se siente mejor. Las inflamaciones pequeñas en el pecho y las axilas han disminuido, y las grandes aparecen y desaparecen, pero no son tan graves como antes.
“No me parece ilegal”
Cada tres meses, Tanja viaja a Bélgica, que está a 15 kilómetros, para recoger una nueva dosis. Los bacteriófagos vienen de Georgia y le cuestan 500 euros. Su seguro de salud no cubre los costos de este tratamiento. Bélgica es el único país de Europa Occidental donde se permiten los fagos. En los Países Bajos sólo pueden utilizarse en casos excepcionales, ya sea para salvar vidas o aliviar dolores intensos.
El médico tratante es el único responsable. “No me parece ilegal”, dice Tanja. “Estoy cien por ciento segura de que este medicamento ayudará a muchas personas”. Al igual que los antibióticos, los bacteriófagos también pueden provocar resistencia. Pero como van un paso adelante de las bacterias, pueden superar la resistencia. Además, los bacteriógrafos se dirigen a un tipo específico de bacterias, dejando intactas a las bacterias útiles, tales como las del intestino.
Un paquete de bacteriófagos de Georgia.
Antes de iniciar un tratamiento con fagos es necesario determinar qué bacterias desencadenan la enfermedad. Los fagos se producen individualmente para cada paciente, a menudo en Georgia.
Los bacteriófagos están permitidos en Bélgica
Los medicamentos personalizados no cumplen con las regulaciones de los países de Europa Occidental. La aprobación de cada una de las prescripciones de fagos demandaría mucho esfuerzo por parte de los entes de control.
En Bélgica ocurre algo diferente. Desde el año pasado, el Instituto Científico de la Salud, en cooperación con médicos, pacientes, fabricantes, farmacéuticos y la Oficina Federal Belga de Medicamentos, puede eludir este proceso mediante la emisión de un certificado de los principios activos del fármaco. Los laboratorios utilizan los bacteriófagos en base a determinadas directrices.
“Aplicamos el marco legal existente en la producción de bacteriófagos”, explica a Deutsche Welle el Dr. Jean-Paul Pirnay, del Hospital Militar Reina Astrid de Bruselas. Alrededor de 30 pacientes ya han sido tratados con fagos. El hospital militar es el único en Bélgica donde se producen bacteriófagos.
Tanja quiere continuar su tratamiento en Bruselas porque la comunicación con los médicos en Georgia es difícil para ella. Siempre necesita un traductor. “Espero que los fagos pronto sean permitidos en Europa. Ir a Georgia es difícil y caro”, añade.
Alemania y los Países Bajos están llevando a cabo estudios piloto para la prescripción personalizada de bacteriófagos. Francia ya importa fagos belgas y acepta su uso. Con información de Deutsche Welle.
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