miércoles, 14 de marzo de 2012

La leyenda del murciélago: la soberbia mala consejera


14 de marzo de 2012
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La leyenda del murciélago: la soberbia mala consejera
Jorge A. Leyva

Cuenta una leyenda oaxaqueña que el murciélago alguna vez fue el ave más bella de la creación, el murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como mariposa desnuda). Un día frío subió al cielo y le pidió plumas al creador. “Estoy harto de ser horroroso. Dame plumas de colores”. No le dijo. Dame plumas, por favor, que me muero de frío. Al Gran Arquitecto del Universo no le había sobrado ninguna pluma, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores.

Eduardo Galeano escritor uruguayo modificando un tanto la leyenda oaxaqueña nos dice que así obtuvo el murciélago la pluma blanca de la paloma y la verde del papagayo, la tornasolada pluma del colibrí y la rosada del flamenco, la roja del penacho del cardenal y la pluma azul de la espalda del martín pescador, la pluma de arcilla del ala del águila y la pluma del sol que arde en el pecho del tucán. El murciélago, frondoso de colores y suavidades, paseaba entre la tierra y las nubes. Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo -dicen los pueblos zapotecas- creó el arco iris. Era todo belleza por donde iba, quedaba alegre el aire y las aves mudas de admiración. Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves.

El caso es que al murciélago la vanidad le hinchó el pecho. Miraba con desdén y hablaba ofendiendo. Se reunieron las aves. Juntas volaron hacia Dios. “El murciélago se burla de nosotras se quejaron y además, sentimos frío por las plumas que nos faltan”. Cuando el creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio. Una lluvia de plumas cayó sobre la tierra. El murciélago anda buscándolas todavía. Ciego y feo, enemigo de la luz, vive escondido en las cuevas. Sale a perseguir las plumas perdidas cuando ha caído la noche y vuela muy veloz, sin detenerse nunca, porque le da vergüenza que lo vean. Eduardo Galeano remata que se ha dicho, no sin razón, que los dioses antes de destruir a un hombre primero lo hacen vanidoso y soberbio –y esto aplica también a las instituciones- podría querer decirnos la especie, que siendo un sujeto vanidoso y soberbio, los dioses podrían ahorrarse la desagradable tarea de destruirlo, pues no haría falta la molestia, pues se destruiría él solito. Sin embargo dice el Sagrado Texto: "Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes".

Así es Canito tienes razón, también de Eduardo Galeano es este pensamiento: Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y hay gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende. Les comparto nuestro correo electrónico: jordymx@hotmail.com y en twitter nos puedes encontrar como: @Jorge__Leyva y como @LaAgendaSetting

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